21 de febrero de 2011

Calçots

Ya van dos semanas sin correr y una sin escribir nada en este blog. Muchos pensaréis que ha sido porque me había vencido el desánimo, pero no es así: me había derrotado totalmente. Incluso pensé en el suicidio y comencé a comer ingentes cantidades de fabada, pero me producía tantos gases que desistí, ya que buscaba algo menos doloroso (y oloroso). Lo intenté a continuación mediante pollo con tomate, pero el exceso de hormonas hizo que me empezara a gustar Jesús Vázquez, y por ahí sí que no paso. Por lo menos mientras tenga que seguir subido al sillín de mi Muntain Baik, que es como un cuchillo jamonero recién afilado.

Un día en que el maldito sillín se propasó más de la cuenta con mi querida almorrana, decidí hacer natación. Me compré un traje de baño ceñidito, gafas y gorro, y me fui para la piscina cubierta. Me lancé decidido a liarme a hacer largos hasta aburrirme, pero sólo terminar el segundo sin ahogarme me supuso un esfuerzo tan sobrehumano que salí del agua y no he vuelto. No me importa hacer el ridículo, pero me jode parecer patético.

Al final sólo he conseguido ganar algún kilo y aborrecer el tomate, así que voy a probar otra vez a correr aunque sea despacio. Mañana me iré a hacer una ecografía para saber si es una rotura niña (es decir, de las latosas) o niño (esto es, de las de dos pares de cojones). Y os puedo asegurar que mucho se han de torcer las cosas para que en Barcelona no sea capaz de comerme seis docenas de calçots con su correspondiente butifarra. Y si me quedo con hambre hasta soy capaz de acompañar algunos kilómetros a los que anden con la pájara (en el buen sentido de la palabra).

Por cierto, ¿alguien sabe donde está Cataluña?

1 comentario:

  1. Querido Joaquin no sabia que estabas averiado, espero que te recuperes rápido, sabes que esto son las cosas que nos pueden pasar, si estas pensando en suicidarte no deberías utilizar el sistema de la fabada Maribel no tiene culpa.
    Animo y recuperate pronto.

    Manu

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