Todo estaba preparado para la primera salida del año (aunque estoy seguro que alguno salió a correr el día 1, pero con esa gente prefiero no mezclarme). La Peña Hueva esperaba en una mañana que empezó con nubes, pero que terminó totalmente soleada y en las mejores condiciones para cubrir la ruta que nos habíamos propuesto. Era todo un reto después de los excesos de la Navidad, pero teníamos que conseguirlo aunque fuera por huevos.
Hubo quien esto de los huevos se lo tomó al pie de la letra. No me queda más remedio que hacer público que chicas, lo que se dice chicas, no se presentó ninguna. Luego que no se quejen, porque hasta el Duri que se había tomado un trozo de turrón y dos copas de sidra en Nochevieja, fue capaz de levantarse y acudir a la cita. Y es que los años no pasan por él.
La salida la tomamos veintitantos, aunque al final sólo una quincena terminamos el ascenso a la Peña. A mí me da mucho que pensar el hecho de que desde la Operación Galgo hay un grupillo a los que parece que se les ha terminado la EPO y cada día dan las vueltas más cortas, de hecho tan cortas que acaban hasta mareados. Pero en todo caso confío en que sustituyan la EPO por bocadillos de mortadela y pronto podamos disfrutar plenamente de su compañía, que ya estoy cansándome de llegar siempre el último.
Así que, como os decía, y haciendo gala de una alegría totalmente injustificada, tomamos la salida y enfilamos directamente a la Peña por la ruta de Taracena.
La subida ya la conocéis. No sé qué os pueda contar que vosotros no sepáis. Y si alguno no lo sabe, que se venga y que la suba. Así que unos con la lengua fuera y otros con el flato dentro enfilamos para arriba acordándonos de la santa madre que parió a todos los langostinos del Pacífico.
Llegamos, y casi sin darnos tiempo a resoplar, Juan Antonio tomó las de Villadiego y se marchó por el camino de Valdenoches dejándonos a todos con las ganas de atacarle en la bajada.
Los demás nos lo tomamos con más calma y por lo menos nos dimos tiempo a bajar de las 250 pulsaciones. En la foto de abajo se ve claramente cómo buscábamos el Norte que acabábamos de perder.
Una vez encontrado nos apercibimos de que la única manera de llegar a casa antes de la hora de la comida era corriendo. Y así lo hicimos. Y bastante rapidillo. A mí, que no me encorría nadie ya que iba el último por no dejar solo a Duri, me salió un tiempo de 1:40', que me resulta excesivamente corto teniendo en cuenta el nivel de colesterol, transaminasas y ácido úrico que debía llevar en sangre. O tal vez fueran esos mismos niveles los que me proporcionaron esa inusual ligereza. O igual se debió al GPS, que retrasaba.
En cualquier caso nadie tuvo ningún reparo en comerse unos dulces y beberse unas sidras mientras recogíamos los huevos-trofeo que nos había preparado Maribel, a la vez que la boca ya se nos hacía agua pensando en los roscones que la Junta Directiva nos ha prometido para el día de Reyes ....., que no todo va a ser correr.
Termino pidiendo una ovación para Jose María, que se hizo 10 ó 12 kilómetros de más mientra recorría arriba y bajo la cada vez más larga fila de corredores, esprintando y haciendo las fotos que podéis ver a continuación.
Hubo quien esto de los huevos se lo tomó al pie de la letra. No me queda más remedio que hacer público que chicas, lo que se dice chicas, no se presentó ninguna. Luego que no se quejen, porque hasta el Duri que se había tomado un trozo de turrón y dos copas de sidra en Nochevieja, fue capaz de levantarse y acudir a la cita. Y es que los años no pasan por él.
La salida la tomamos veintitantos, aunque al final sólo una quincena terminamos el ascenso a la Peña. A mí me da mucho que pensar el hecho de que desde la Operación Galgo hay un grupillo a los que parece que se les ha terminado la EPO y cada día dan las vueltas más cortas, de hecho tan cortas que acaban hasta mareados. Pero en todo caso confío en que sustituyan la EPO por bocadillos de mortadela y pronto podamos disfrutar plenamente de su compañía, que ya estoy cansándome de llegar siempre el último.
Así que, como os decía, y haciendo gala de una alegría totalmente injustificada, tomamos la salida y enfilamos directamente a la Peña por la ruta de Taracena.
La subida ya la conocéis. No sé qué os pueda contar que vosotros no sepáis. Y si alguno no lo sabe, que se venga y que la suba. Así que unos con la lengua fuera y otros con el flato dentro enfilamos para arriba acordándonos de la santa madre que parió a todos los langostinos del Pacífico.
Llegamos, y casi sin darnos tiempo a resoplar, Juan Antonio tomó las de Villadiego y se marchó por el camino de Valdenoches dejándonos a todos con las ganas de atacarle en la bajada.
Los demás nos lo tomamos con más calma y por lo menos nos dimos tiempo a bajar de las 250 pulsaciones. En la foto de abajo se ve claramente cómo buscábamos el Norte que acabábamos de perder.
Una vez encontrado nos apercibimos de que la única manera de llegar a casa antes de la hora de la comida era corriendo. Y así lo hicimos. Y bastante rapidillo. A mí, que no me encorría nadie ya que iba el último por no dejar solo a Duri, me salió un tiempo de 1:40', que me resulta excesivamente corto teniendo en cuenta el nivel de colesterol, transaminasas y ácido úrico que debía llevar en sangre. O tal vez fueran esos mismos niveles los que me proporcionaron esa inusual ligereza. O igual se debió al GPS, que retrasaba.
En cualquier caso nadie tuvo ningún reparo en comerse unos dulces y beberse unas sidras mientras recogíamos los huevos-trofeo que nos había preparado Maribel, a la vez que la boca ya se nos hacía agua pensando en los roscones que la Junta Directiva nos ha prometido para el día de Reyes ....., que no todo va a ser correr.
Termino pidiendo una ovación para Jose María, que se hizo 10 ó 12 kilómetros de más mientra recorría arriba y bajo la cada vez más larga fila de corredores, esprintando y haciendo las fotos que podéis ver a continuación.
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