Una vez aclarado el tema, al hilo del mismo, y advirtiendo previamente de los dos rombos que figuran al principio de este párrafo, voy a aprovechar para recomendaros para estas Navidades un libro mítico, escrito por uno de los mejores poetas del Romanticismo español, Gustavo Adolfo Bécquer, y bellamente ilustrado por su hermano Valeriano Bécquer. Se publico, con el seudónimo de SEM, en 1.868-69, en los últimos tiempos del reinado de Isabel II, y primeros meses de la revolución de 1.868. Constaba de 131 láminas comentadas, de las que se conservan 89 en dos álbumes que fueron adquiridas en 1986 por la Biblioteca Nacional de Madrid, y publicadas por primera vez en Madrid, (1991, Ed.El Museo Universal) y reeditadas en 1.996 (Ed.Compañía Literaria), con tres trabajos sobre el tema para facilitar al lector la comprensión de la época y las circunstancias en que fueron realizadas. Se trata de la plasmación gráfica de, como indica el editor en el prólogo, «la más terrible sátira nunca hecha contra el poder». Se trata en resumen de:
La colección completa no fue publicada en su época como libro completo, pero muchas de las ilustraciones, las más fuertes y escandalosas si fueron numerosas veces publicadas y difundidas sueltas en diversas revistas de la época. El anonimato de los autores se mantuvo hasta que la prensa lo desveló a los dos días del fallecimiento de Gustavo Adolfo. Como cualquier tesoro que se precie, este magnífico libro es muy difícil de encontrar hoy en día. Si alguien lo consigue (probad en la Cuesta de Moyano) se encontrará con un documento histórico trascendental, en el que los hermanos Bécquer, utilizaron su enorme ingenio a modo de guillotina humorística contra Isabel II y toda su "Corte de los milagros".
Junto a la ya caída reina, merced a la "Gloriosa" revolución de 1868, estos fraternales humoristas gráficos ajusticiaron al rey consorte Francisco de Asís, al que el pueblo llamaba "Paquito Natillas" mofándose de sus inclinaciones sexuales derivadas de una malformación heredada tras múltiples matrimonios consaguíneos, y que el pueblo de Madrid resumía en la siguiente coplilla:
Sor Patrocinio, "la monja de las llagas"; el padre Claret (confesor de la reina); Carlos Marfori (amante de la reina); el presidente del consejo de ministros González Bravo, y algunos personajes más, incluido Napoleón III, aparecen en unas acuarelas donde la libertad es absoluta; donde, sin pudor ni miramiento, dejan volar su imaginación y su espíritu crítico hasta unas cotas que, paradojas de la vida, hoy día escandalizarían no ya a los rancios sectores de siempre, o, por supuesto, a los contumaces monárquicos de toda la vida, sino a sectores más progresistas pero con el lastre de lo políticamente correcto en cuanto a su trato con la corona.
Intentar ser pudoroso describiendo las excelentes láminas de Sem, sería un insulto a la memoria de estos revolucionarios artistas. Es por eso que no podemos conformarnos con decir que a la reina se la pinta casi siempre desnuda y en actitudes vulgares con su corte... Que toda la obra está presidida por un claro ambiente erótico... ¡No! Si queremos hacerle el honor que merece a Sem, si queremos sacar a Gustavo Adolfo Bécquer «del tenue purgatorio en que cuatro generaciones le tienen metido», entonces tendremos que decir que en las acuarelas de esta obra sin par, genial, magnífica y ejemplar para estos tiempos de abulia revolucionaria que corren, se ve a Doña Isabel II de Borbón, reina de España por la gracia de Dios, fornicando con todo lo que se le pone por delante: ora con su amante Marfori (en muchas), ora con un pollino en unas caballerizas.
Tendremos que describir acuarelas donde la reina baila desnuda el cancán con el padre Claret, el emperador Napoleón III y Carlos Marfori que, también desnudos, exhiben ante ella unos enormes falos que harían enrojecer de vergüenza al mejor dotado de los actores pornográficos de hoy día, mientras desesperado, en un rincón, el rey Francisco de Asís intenta cortarse el suyo.
En otras se muestra con toda su crudeza el ambiente orgiástico de palacio donde el rey es sodomizado por el padre Claret mientras aquél intenta hacer lo propio con González Bravo que está intentándolo con sor Patrocinio, mientras la reina está sentada con una pierna, en actitud espectante, sobre el brazo del sillón ante la atenta mirada de Marfori que sostiene en una mano una copa y, que bajo su vientre, mantiene su enorme pene erecto.
Aún siendo ésta la tónica general de las obras, no están exentas muchas de ellas de cierto simbolismo que explica, de manera contundente y didáctica, la situación real a que hacen alusión, y el contexto histórico en que se produce. Por ejemplo la lámina donde Luis González Bravo sostiene en el aire a la reina con su verga mientras la penetra por detrás. Bajo la escena un pie ilustrativo dice: "¡Fue su último sostén! ". Metáfora donde se muestra la situación que vivía la reina a la muerte de Narváez en 1868, cuando nombró a González Bravo primer ministro al considerarlo el único político capaz de imponer el orden y evitar la revolución que, sin embargo (y felizmente) triunfó cinco meses después.
Tenemos que mantener viva la memoria de estos artistas, y además lanzar, a quien corresponda, un grito reivindicativo de su obra como geniales satíricos, desconocida por completo de la inmensa mayoría. Y no sólo eso. También creemos que se debería rescatar este enorme documento histórico para las universidades donde Gustavo Adolfo Bécquer (y volvemos a parafrasear al editor en el sabroso prólogo), «se pierde en una honda bruma que difumina su imagen, conformada por el plúmbeo incienso que desde su muerte ha recibido el poeta», y añade, «el conocedor de la poesía becqueriana no encontrará en esta obra sino el lógico desarrollo de la que su poesía nos ofrece. Y es que el problema principal con Bécquer lo ofrece el hecho de ser el poeta más popular de nuestra literatura, el más popular, pero no el más leído». Rompamos además, gracias al conocimiento de Sem, el mito lánguido y triste que se ha creado de este otro gran poeta y valiente humorista gráfico, satírico genial: Valeriano Bécquer.
Gracias a... lo que sea, corren otros tiempos. La Monarquía no es lo que era (menos mal). Pero a pesar de todo, y a la vista de esta obra, nos queda un cierto regusto amargo al ver que toda la enseñanza que encierran estos dibujos (como por lo general suele ocurrir con las obras de los grandes satíricos), que toda la brutal y divertida lección de humildad que se le da a las personas que por circunstancias políticas o de cuna se sitúan por encima del bien y del mal, no ha fructificado en la sociedad de hoy día, y aunque insistimos en que son otros tiempos, se sigue cayendo en el error histórico de reverenciar y respetar más allá de los límites que el sentido común está dispuesto a tolerar, a personas e instituciones anacrónicas y sin razón de ser en pleno siglo XXI, donde, sin el menor pudor, aún siguen, de manera obscena, exhibiendo sus privilegiadas vidas que tanto contrastan con la de los ciudadanos que pagan los inexorables impuestos para que ellos sigan manteniendo este monumento a la sinrazón humana que da en llamarse Monarquía.
Hagamos pues, un ruego a los dioses de la libertad en honor de los transgresores hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer, precursores del periodismo lúcido e inteligente, ya prácticamente desaparecido, para que esta época tenga algún día tanta libertad como aquélla y nos sigamos riendo de los Borbones... mientras esperamos el advenimiento de la Tercera República española.
"LOS BORBONES EN PELOTA"
La colección completa no fue publicada en su época como libro completo, pero muchas de las ilustraciones, las más fuertes y escandalosas si fueron numerosas veces publicadas y difundidas sueltas en diversas revistas de la época. El anonimato de los autores se mantuvo hasta que la prensa lo desveló a los dos días del fallecimiento de Gustavo Adolfo. Como cualquier tesoro que se precie, este magnífico libro es muy difícil de encontrar hoy en día. Si alguien lo consigue (probad en la Cuesta de Moyano) se encontrará con un documento histórico trascendental, en el que los hermanos Bécquer, utilizaron su enorme ingenio a modo de guillotina humorística contra Isabel II y toda su "Corte de los milagros".
Junto a la ya caída reina, merced a la "Gloriosa" revolución de 1868, estos fraternales humoristas gráficos ajusticiaron al rey consorte Francisco de Asís, al que el pueblo llamaba "Paquito Natillas" mofándose de sus inclinaciones sexuales derivadas de una malformación heredada tras múltiples matrimonios consaguíneos, y que el pueblo de Madrid resumía en la siguiente coplilla:
"Paco Natillas
es de casta flora
y mea en cuclillas
como las señoras."
es de casta flora
y mea en cuclillas
como las señoras."
Sor Patrocinio, "la monja de las llagas"; el padre Claret (confesor de la reina); Carlos Marfori (amante de la reina); el presidente del consejo de ministros González Bravo, y algunos personajes más, incluido Napoleón III, aparecen en unas acuarelas donde la libertad es absoluta; donde, sin pudor ni miramiento, dejan volar su imaginación y su espíritu crítico hasta unas cotas que, paradojas de la vida, hoy día escandalizarían no ya a los rancios sectores de siempre, o, por supuesto, a los contumaces monárquicos de toda la vida, sino a sectores más progresistas pero con el lastre de lo políticamente correcto en cuanto a su trato con la corona.
Intentar ser pudoroso describiendo las excelentes láminas de Sem, sería un insulto a la memoria de estos revolucionarios artistas. Es por eso que no podemos conformarnos con decir que a la reina se la pinta casi siempre desnuda y en actitudes vulgares con su corte... Que toda la obra está presidida por un claro ambiente erótico... ¡No! Si queremos hacerle el honor que merece a Sem, si queremos sacar a Gustavo Adolfo Bécquer «del tenue purgatorio en que cuatro generaciones le tienen metido», entonces tendremos que decir que en las acuarelas de esta obra sin par, genial, magnífica y ejemplar para estos tiempos de abulia revolucionaria que corren, se ve a Doña Isabel II de Borbón, reina de España por la gracia de Dios, fornicando con todo lo que se le pone por delante: ora con su amante Marfori (en muchas), ora con un pollino en unas caballerizas.
Tendremos que describir acuarelas donde la reina baila desnuda el cancán con el padre Claret, el emperador Napoleón III y Carlos Marfori que, también desnudos, exhiben ante ella unos enormes falos que harían enrojecer de vergüenza al mejor dotado de los actores pornográficos de hoy día, mientras desesperado, en un rincón, el rey Francisco de Asís intenta cortarse el suyo.
En otras se muestra con toda su crudeza el ambiente orgiástico de palacio donde el rey es sodomizado por el padre Claret mientras aquél intenta hacer lo propio con González Bravo que está intentándolo con sor Patrocinio, mientras la reina está sentada con una pierna, en actitud espectante, sobre el brazo del sillón ante la atenta mirada de Marfori que sostiene en una mano una copa y, que bajo su vientre, mantiene su enorme pene erecto.
Aún siendo ésta la tónica general de las obras, no están exentas muchas de ellas de cierto simbolismo que explica, de manera contundente y didáctica, la situación real a que hacen alusión, y el contexto histórico en que se produce. Por ejemplo la lámina donde Luis González Bravo sostiene en el aire a la reina con su verga mientras la penetra por detrás. Bajo la escena un pie ilustrativo dice: "¡Fue su último sostén! ". Metáfora donde se muestra la situación que vivía la reina a la muerte de Narváez en 1868, cuando nombró a González Bravo primer ministro al considerarlo el único político capaz de imponer el orden y evitar la revolución que, sin embargo (y felizmente) triunfó cinco meses después.
Tenemos que mantener viva la memoria de estos artistas, y además lanzar, a quien corresponda, un grito reivindicativo de su obra como geniales satíricos, desconocida por completo de la inmensa mayoría. Y no sólo eso. También creemos que se debería rescatar este enorme documento histórico para las universidades donde Gustavo Adolfo Bécquer (y volvemos a parafrasear al editor en el sabroso prólogo), «se pierde en una honda bruma que difumina su imagen, conformada por el plúmbeo incienso que desde su muerte ha recibido el poeta», y añade, «el conocedor de la poesía becqueriana no encontrará en esta obra sino el lógico desarrollo de la que su poesía nos ofrece. Y es que el problema principal con Bécquer lo ofrece el hecho de ser el poeta más popular de nuestra literatura, el más popular, pero no el más leído». Rompamos además, gracias al conocimiento de Sem, el mito lánguido y triste que se ha creado de este otro gran poeta y valiente humorista gráfico, satírico genial: Valeriano Bécquer.
Gracias a... lo que sea, corren otros tiempos. La Monarquía no es lo que era (menos mal). Pero a pesar de todo, y a la vista de esta obra, nos queda un cierto regusto amargo al ver que toda la enseñanza que encierran estos dibujos (como por lo general suele ocurrir con las obras de los grandes satíricos), que toda la brutal y divertida lección de humildad que se le da a las personas que por circunstancias políticas o de cuna se sitúan por encima del bien y del mal, no ha fructificado en la sociedad de hoy día, y aunque insistimos en que son otros tiempos, se sigue cayendo en el error histórico de reverenciar y respetar más allá de los límites que el sentido común está dispuesto a tolerar, a personas e instituciones anacrónicas y sin razón de ser en pleno siglo XXI, donde, sin el menor pudor, aún siguen, de manera obscena, exhibiendo sus privilegiadas vidas que tanto contrastan con la de los ciudadanos que pagan los inexorables impuestos para que ellos sigan manteniendo este monumento a la sinrazón humana que da en llamarse Monarquía.
Hagamos pues, un ruego a los dioses de la libertad en honor de los transgresores hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer, precursores del periodismo lúcido e inteligente, ya prácticamente desaparecido, para que esta época tenga algún día tanta libertad como aquélla y nos sigamos riendo de los Borbones... mientras esperamos el advenimiento de la Tercera República española.
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