9 de mayo de 2016

EL DOLOR Y LA GLORIA

Amanece lloviendo en Ainsa, capital de la comarca de Sobrarbe en la entrada al Pirineo Central. Mientras desayuno veo al fondo y entre brumas el macizo de Monte Perdido que con sus más de 3.350 metros, domina el valle de Ordesa. Pero hoy me voy a conformar con menos. Hay que subir el Nabain que sólo llega a los 1.795 mts. Parecen pocos, pero sabiendo que la salida es en Boltaña, que se encuentra a 600 mts. de altura, el desnivel es preocupante ya que la subida se hace en menos de 7 km.


Así que cogemos el coche y salimos de Ainsa por una carretera que bordea el río Ara durante unos 7 km. y nos lleva hasta Boltaña, lugar de salida de la prueba. En ese momento aún no lo sé, pero me voy a acordar del rio Ara durante mucho tiempo.

Continúa lloviendo cuando dan la salida. Según el plano los dos primeros kilómetros son llanos, pero por lo visto se trata de una broma típica de la zona, ya que tras salir del pueblo bajando una fuerte rampa, inmediatamente cruzamos la carretera y empezamos a subir.



Cinco kilómetros entre pinos en los que subimos unos 700 mts. hasta el primer punto de agua por sendas en las que se puede correr, pero con tramos de roca muy resbaladizos. Corro con un grupo, más o menos por el centro de la carrera y me encuentro bastante bien, sin acordarme de mi reciente  rotura en los isquios.

Después de repostar, una bajada corta y empinada en la que cómo en todas las bajadas, empiezo a quedarme atrás. Son dos kilómetros con las piernas y el corazón encogidos, unas por el esfuerzo y el otro por el miedo. Consigo llegar abajo sin contratiempos y empiezo la subida principal. Primero hay dos kilómetros con 100 mts. de desnivel, pero con subidas y bajadas continuas en los que voy recuperando alguna posición que había perdido en la bajada.


Subo confiado y contento, hasta que cruzando un poco distraído una torrentera de roca lisa y húmeda, resbalo y caigo por ella, rodando y deslizándome durante 30 ó 40 mts. Cuando se me pasa el susto hago control de daños: la mano izquierda erosionada, el hombro derecho cómo si no estuviera (casi no puedo mover el brazo) y la rodilla derecha con erosiones y un fuerte golpe. Pero me mantengo bien en pie, y poco a poco empiezo a mover el brazo malo, imprescindible para darme las collejas que me he ganado por tonto.

Grito a los que pasan por arriba y que me preguntan cómo estoy, que avisen a la organización y que me vengan a buscar, ya que salir de allí por esa pared lisa y resbaladiza cómo el hielo se me está haciendo imposible. Me comunican que el grupo escoba ya está al tanto y que me van a ayudar. Pasa más de media hora y de pronto veo una persona que está bajando por una pared vertical que hay a la derecha de la torrentera de unos 15 mtrs. de altura. Bueno, más que una persona parecía Spiderman pero sin antifaz. Cuando llega abajo me dice que vamos para arriba y por la pared, que él me ayuda. Yo le contesto amablemente que una mierda. Así que al final tomamos una decisión intermedia.

Bordeamos la torrentera por la pared, pero sin estar nunca a más de un metro del suelo. Él me va indicando donde poner manos y pies y yo intento equivocarme lo menos posible. Un fallo y vuelta para abajo. Pero con mucha suerte y mucha ayuda, consigo llegar arriba. Eso sí, llego con los brazos exhaustos después de un ejercicio de subida al que no estoy acostumbrado, casi sin fuerza para coger los bastones, y con las piernas muy doloridas, sobre todo la rodilla derecha. Me dicen que el próximo punto de agua está a menos de un kilómetro y que allí me puede recoger un vehículo.

A estas alturas llevo ya más de una hora de retraso, me han sobrepasado todos y voy con el corredor escoba. Mejor imposible. Pero poco a poco voy recuperando las fuerza y la confianza y en el punto de agua del km. 9 decido continuar y terminar con Ismael, el escoba de la prueba. Subimos el tramo final del Nabain (2 km. al 30% de promedio). Aguanieve en la cima cuando empezamos la larga bajada: 5 km. con 1.110 mts de desnivel.



Yo me decía que si no me había matado ya, es que ese día no me tocaba, así que me lance y sólo me caí dos o tres veces más, pero bajaba tan dolorido que ni lo notaba. Vamos alcanzando gente, que en su mayoría se van retirando, pero alguno se nos une y nos ayuda a barrer cómo buenos escobas.

Con los cuádriceps más duros que la cara de un diputado, llegamos por fin al río Ara.



Ya sólo quedan 7 kilómetros más o menos llanos (según el plano). Otra broma de los del pueblo. Hay tramos que son un verdadero rompepiernas subiendo y bajando por los acantilados, y otros a nivel del río, pero que hay que pasar colgados de cuerdas y cadenas para no caer al agua. Fácil no era, pero entretenido un montón. Cómo dije al principio, tardaré en olvidar estos tramos.



Por fin avistamos Boltaña. Subimos la cuesta que habíamos bajado al principio, y llegamos a meta. Discusión con los compañeros ya que todos queríamos entrar el último, pero lo solventamos entrando todos cogidos del hombro. Que la suerte decida.

Y la suerte decidió. Último clasificado. Y sorpresa final. ¡Segundo de mi categoría, Veteranos B, y único sesentón que termina la carrera!

Trofeo y regalo.

¡Hay que joderse!




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